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Inalvis Rodrigues

Entrevistas

Enviado por iKNOW Politics el
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April 24, 2014

Inalvis Rodrigues

Especialista de Género, PNUD Cuba

Querida Inalvis, será que nos podría contar un poco sobre usted y lo que la llevo a trabajar con cuestiones de género? Como su carrera la llevo a su puesto actual en el PNUD Cuba?


Nací en La Habana, Cuba, en 1968; no puedo afirmar que haya sido totalmente consciente mi inclinación a trabajar por la igualdad de género, pero cuando analizo mi compromiso con esta área sí que descubro hitos en mi vida personal y profesional con importantes vínculos. Soy la hija mayor de una pareja que siendo muy joven decide formar familia; y tienen una “niña” y 4 varones,  tratando de que yo tuviera una hermana “y no me quedara sola”. Mi padre, de origen campesino, trabajaba muchas horas al día, y desde la mirada infantil lo sentíamos como trabajando 24 horas; mi madre, de familia urbana, solo concluyó los estudios primarios, necesitaba y quería trabajar  “en la calle” pero no lograba conseguir empleo, pues corrían los años 70 y los estereotipos afloraban en cada entrevista laboral:“¡5 hijos!, ¿nunca antes ha trabajado?, “le avisaremos si es usted la seleccionada”. Entonces crecí rápido; entre mi abuela y yo nos “organizamos el cuidado nocturno de mis hermanos” para que mi mamá aprovechara las oportunidades de superación que el país ofrecía –generalmente a mujeres-; sabíamos que tenía que estudiar más y ser mejor que muchos hombres para incorporarse al trabajo asalariado; y también se incorporó a cursos diurnos promovidos por la Federación de Mujeres. Funcionó la estrategia, su desarrollo profesional fue admirable y lo vimos como un gran triunfo femenino.

A la vez, la convicción de que mi desarrollo estudiantil -y luego profesional- tenía que demostrar la valía de ser mujer y “estar a tono” con las puertas que se habían abierto para todos y en particular para nosotras. Fui una de las tantas dirigentes estudiantiles que siendo niñas, adolescentes y jóvenes ya hablábamos de las diferencias con los varones, más dedicados al deporte, a la recreación… y aunque eran mayoría entre los dirigentes del país estaban menos representados en “los cargos de las escuelas”. Al concluir mis estudios universitarios de Psicología, y sin que fuera un objetivo los “análisis de género”, mi Trabajo de Diploma (tesis) hizo notar los diferentes comportamientos de mujeres y hombres en los trabajos grupales e intentó -muy pálidamente- buscar los por qué. Fui seleccionada para trabajar como joven investigadora en un centro de la Academia de Ciencias de Cuba y “por si funcionaba”, resalté mis motivaciones por formar parte del equipo “Estudios de Familia” y profundizar en las relaciones entre mujeres y hombres, (creo que lo expresé con pasión y lo aceptaron aunque no estaba previsto). Luego me interesé por estudios superiores,  postulé al Postítulo Internacional Interdisciplinario en Población y Desarrollo Sustentable, fui seleccionada y “descubrí” los enfoques MED y GED; mi tesis fue sobre mujer y género y se definió más  mi campo profesional.

Vino la etapa más importante en lo que al tema se refiere. En Cuba se creó el Centro de Estudios sobre la Mujer de la Federación de Mujeres Cubanas;  fui de sus fundadoras, investigadora, y realicé actividades de funcionaria. Conocí muy de cerca la política de género y sus diferentes niveles de incidencia, sus logros, sus retos; vi tantas soluciones a problemas y necesidades de familias y mujeres; y tuve la oportunidad de conocer y aprender de mujeres excepcionales que me marcaron mucho. Tuve la suerte de ser seleccionada Titular de la Beca Internacional Rafael Salas para concluir mi estudio “Mujer, Poder y Desarrollo Sustentable: una propuesta de intervención para potenciar la participación con equidad”, la relevancia del tema creo fue un punto a mi favor. Además, desde la Federación también me involucré en procesos de desarrollo humano local y proyectos de cooperación;  coordiné procesos formativos en género y diagnósticos institucionales de género, participé en la programación e implementación de proyectos y en asesorías técnicas en el marco de proyectos del Sistema de Naciones Unidas. Fueron 10 años importantes de mi vida que consolidaron mi formación como investigadora, como “militante” por la igualdad, y que despertaron motivaciones muy fuertes por incursionar en espacios de la gestión y acompañamiento de la cooperación para el desarrollo.

Mi vida profesional en PNUD es más conocida en la Comunidad de Práctica. En 2006/2007 simultaneé  mi trabajo en la Federación con la asesoría en género en el Programa de Desarrollo Humano Local (PDHL/PNUD), siendo un período intenso, interesante y que me propició aprendizajes increíbles ; en el 2008 fui consultora de género en el PNUD, lo cual fue una gran oportunidad para incursionar en nuevas áreas del desarrollo humano (la respuesta al VIH, temas medioambientales y de gestión de riesgo);  luego la Oficina decide crear un puesto para este importante tema y en el 2012 gané la convocatoria como Oficial Nacional para los temas de género en PNUD.    

 

El 48% del parlamento cubano está conformado por mujeres, una cifra mucho mas alta que otros países de América Latina (9% en Brasil por ejemplo). Que diferencias ve usted en los países con altas tasas de representación femenina en el Parlamento?

Prefiero hablar de qué veo en Cuba y sobre lo que conozco del proceso cubano, y aunque existen múltiples aspectos,  he pensado en cinco generales que de hecho están muy relacionados.

En primer lugar, constato un sano orgullo, satisfacción  y hasta regocijo por el resultado, que no es el único indicador que da cuenta del desarrollo que se aspira y de lo que se ha logrado, pero que sí es muy importante punto del nivel de igualdad de género existente y del avance de la mujer, de su protagonismo y empoderamiento. A la vez,  está el reconocimiento a la historia de muchas mujeres y hombres, que con su liderazgo hicieron posible (cuando aún no se hablaba de igualdad de género) que se confiara en las cubanas, se destacaran sus aportes, se potenciara su crecimiento personal y desarrollo,  se visibilizaran y enfrentaran prejuicios machistas y patrones sexistas, y esto ayudó mucho a tomar conciencia sobre la igualdad, la equidad, y el adelanto de quienes se encontraban en desventajas y sufrían las mayores discriminaciones (las mujeres). En realidad siento mucha admiración por esas mujeres y hombres de la historia cubana que desde el inicio se plantearon la relevancia del tema para el país y apostaron al trabajo de todas y todos.

En segundo lugar, la definitoria existencia de voluntad política. Aun cuando en Cuba no se asumió un sistema de cuotas fue reiterada la voluntad de que mayor cantidad de mujeres estuvieran presentes en los puestos principales de gestión y toma de decisiones;  de mirar hacia ellas, de identificarlas, de promoverlas. Incluso se promovió como acción afirmativa que las comisiones de candidatura prestaran atención a las propuestas de mujeres (y también de personas negras); y por supuesto, se integraron medidas en el Plan de Acción Nacional de Seguimiento a Beijing, que en mi opinión han sido de las más monitoreadas y ampliamente evaluadas sistemáticamente.

En tercer lugar,  observo la convicción de que la relevante representación femenina alcanzada en el Parlamento (y otros espacios de toma de decisiones fundamentales) es resultado de la confluencia de muchos esfuerzos y prácticas estratégicas que lo focalizaron como clave, y para nada responde a la espontaneidad de factores ni casualidades.  Destaca como decisivo el quehacer intencionado y sistemático de muchas instituciones y actores.  Me permito un breve recuento para ejemplificar. Se comenzó con una muy buena base (algo más que el 21% de mujeres parlamentarias en la Primera Legislatura de 1976) que ya reconocía el alto nivel alcanzado por las cubanas en todas las esferas e indicadores de desarrollo (salud, educación, empleo, participación), y ciertamente la participación de la mujer en los órganos del Poder Popular  fue creciendo gradualmente (además del Parlamento, en las asambleas municipales y provinciales y en las circunscripciones). Sin embargo, en los momentos en que se constató un cierto descenso, se realizaron profundos análisis y se tomaron medidas promotoras del cambio. Fue emblemático el análisis realizado a los resultados de la cuarta legislatura (1992) donde se observaron los mayores decrecimientos de mujeres como delegadas y parlamentarias.  Se constató la no linealidad de los cambios y avances en materia de igualdad, pero más que eso la necesidad de profundizar en las causas de las desigualdades, adecuar procesos y relaciones de género que parecían superadas, y ser institucionalmente proactivo a cambios en el contexto socioeconómico. Se puso la mirada en la influencia de la crisis económica enfrentada por el país, (que agravó las condiciones de vida de las familias, afectó sensiblemente los servicios de apoyo al hogar y que impactó más fuertemente a las mujeres por la mantenida sobrecarga doméstica y del cuidado), pero también en los aspectos subjetivos que hacen que no se votara por las mujeres: la permanencia de prejuicios, actitudes y conductas discriminatorias hacia la mujer y su actividad de dirección; el estilo de dirección predominantemente masculino; entre otros. Además de los estudios e investigaciones, fue invaluable el papel de la Federación de Mujeres Cubanas que lideró el diseño e implementación de estrategias nacionales de promoción de la mujer en condiciones de igualdad de género y que abarcó a todos las esferas y campos de acción, incluido el apoyo a mujeres líderes.

En cuarto lugar; constato la conciencia de que la paridad en el Parlamento es solo un punto relevante en el camino por la igualdad de género. Por una parte, es importante estar alertas ante el posible riesgo de creer que ya todo está logrado; a veces las estadísticas nos empañan los espejuelos de género y por ello se necesitan análisis más profundos, integrales y convincentes sobre cuáles son las brechas de género por cerrar y sus mutantes manifestaciones culturales y contextuales. Por otra parte, el desafío de lograr una gestión diferente, impulsar una “innovadora agenda de género” con nuevas formas, rutas y relaciones de género que aseguren cambiar las tradiciones, prejuicios y estereotipos más naturalizados, los que menos se ven, una agenda que sea efectiva ante el desafío (y qué desafío!!) de lograr cambiar los resortes y las raíces más profundas de las desigualdades. Se sabe que no es suficiente ser mujer para tener y hacer una dirección con conciencia de género, y se sabe que es necesario que los hombres dirigentes incrementen su sensibilidad y conciencia de género para impulsar la igualdad, de las mujeres y de aquellos hombres que no disfrutan de igualdad plena por sus orientaciones sexuales e identidades de género. Por ello, el reto de trabajar con todas y todos y, sin adelantar noticias, estoy segura que nuevas e interesantes iniciativas se desarrollarán en breve, y donde seguro será valioso el apoyo del PNUD y otras agencias del Sistema de Naciones Unidas.

En quinto y último lugar, la existencia de muchas voces institucionales y de especialistas, que promueven y protagonizan cada día más, iniciativas y proyectos de desarrollo (incluidos los de cooperación) que implementan las estrategias de la transversalización de género y el empoderamiento de las mujeres. Se sabe que aún existe una “reserva de mujeres” donde el país continuará elevando sus capacidades, en condiciones de igualdad de género, para aumentar su nivel educacional, cultural y político, en particular de grupos de mujeres en condiciones de vulnerabilidad (como pueden ser algunas mujeres afrodescendientes, rurales y discapacitadas).  Los resultados en materia de representación a todos los niveles pueden ser aún mayores. Para ello, comparto con muchos y muchas especialistas el importante abordaje de la subjetividad y lo cultural, y el compromiso instaurado y recogido por una de las frases cubanas movilizadoras “parar (o para tras), ni para coger impulso”.

 

El equipo del PNUD en Cuba realizo con éxito el proceso de certificación Gender Equality Seal. Podría describir las lecciones mas importantes que aprendió durante el proceso?

Antes que todo quiero destacar que el proceso de Certificación (y en particular el autodiagnóstico y la construcción del Plan de Acción en tanto etapas que hemos concluido) ha sido valorado por la oficina del PNUD en Cuba como un significativo proceso de aprendizaje para potenciar resultados y la “mejora continua” respecto a la transversalización de género y el empoderamiento de las mujeres. Valoro esto muy favorablemente pues no se trata solo de un aprendizaje personal (respecto a mi y de colegas en específico) sino del aprendizaje colectivo que se gesta, y que es potencialmente superior. Es muy temprano aún para ello, pero haremos el esfuerzo y trabajaremos duro porque se institucionalice como aprendizaje en nuestra cultura organizacional. 

Personalmente, la lección más general e importante que aprendí fue el “darme cuenta” en la propia práctica, de la magnitud y relevancia de muchos de los postulados, resultados de iniciativas exitosas y lecciones aprendidas que había leído varias veces pero que la experiencia del sello me permitió concretar, vivenciar y aprehender. Por eso diría que, para “aprender, aprender de verdad del sello”, nada será como como “pasar y protagonizar la iniciativa”. Sin extenderme mucho resalto:

a) La importancia de hacer un alto en el “día a día” para analizar lo que hacemos y el cómo lo hacemos, para ver lo logrado y críticamente medir hasta donde podríamos llegar y qué nos falta para alcanzarlo; pero también para reconocer y festejar por los avances, pues esto es fuente de estímulo y moviliza mucho.  La herramienta es una oportunidad para “subirte la vara”, para elevar el estándar de lo mínimo comprometido, para sentir el desafío de la mejora, la calidad y la búsqueda de la excelencia.

b) La necesidad de documentar y sistematizar procesos y recursos. La intensidad de la vida en la oficina y las urgencias nos llevan muchas veces a no cerrar procesos, a no documentar evidencias, a no sistematizar y comunicar las prácticas. El proceso del sello me ratificó que no podemos empezar siempre de cero, que debe ser sistemático el reporte porque es necesario rendir cuenta de cómo contribuimos o no a la igualdad; también me evidenció que aunque nos acompañe el optimismo debemos ser realistas y valorar muy bien las potencialidades que tenemos y las que necesitamos incrementar. Por ejemplo, sabía que era clave el trabajo en grupo, y que es imprescindible contar con un Grupo Focal de Género, pero con el proceso gané mayor conciencia sobre quiénes deben formar parte de este grupo, cómo incrementar mejor sus capacidades y competencias, y como lograr de forma creativa la motivación y apropiación del proceso; tenían que surgir nuevas iniciativas.

c) La mirada estratégica y sinérgica para ser más efectivos en las contribuciones a la igualdad de género. Confieso que la experiencia del sello me permitió una nueva mirada a la estrategia global “Empoderadas e Iguales” lo cual será muy bueno para la estrategia de género actual. Aprendí mucho de los indicadores y sus puntos de referencia, y en algunos sectores más allá del PNUD los he catalogado como un sistema  de lujo; y no por lo que ellos son per se, sino por lo que ellos representan en tanto ponderar diferentes espacios y prácticas a lo interno y externo de la oficina. En parte han sido muchos de los indicadores quienes me han evidenciado desafíos a responder de cara al nuevo CPD.

d) Ver en la práctica el valor del incentivo. No se trabaja (ni trabajo) por un reconcomiendo (el sello, o la evaluación anual, o ser parte de un ejemplo que se cita en un informe global) pero si se alcanza el reconocimiento esto se recibe muy bien, te genera más confianza, te crea nuevos compromisos, te hace plantearte nuevas metas, y también te da prestigio y credibilidad en lo que haces. La herramienta del sello es excelente en esto;  es un “tercero” el que valora y reconoce, lo hace de forma procesual, contempla indicadores anuales y otros a nivel del Programa de País, pero lo mejor, el sello no es vitalicio; te “dura” por un tiempo y si lo aprecias buscarás tenerlo siempre contigo.  Todo esto lo llevaré de una u otra manera a las prácticas de proyectos de desarrollo que estoy apoyando.

e) Finalmente, constatar en una nueva práctica la importancia del liderazgo de la gerencia. Esto no es una retórica y fue clave en los niveles y áreas de la oficina. Más allá del mantenido compromiso, coordinación y liderazgo del Representante Residente Adjunto y la Representante Residente del PNUD,  reconozco el aprendizaje que tuve de la gerencia de las unidades de programa (Edith Felipe) y de operaciones (Rafael Rodriguez); sus aportes y entusiasmo fueron clave para que muchas personas se apropiaran e impulsen hoy el proceso. No sería justa si no destaco y agradezco sus contribuciones.

 

Desde 2007, se realizan anualmente las "Jornadas nacionales contra la homofobia” en Cuba. Basada en la experiencia latino-americana, como diría usted que los estereotipos de genero afectan las persones LGBTQ?

Solo un par de comentarios porque es un tema (y comunidad) que respeto mucho (incluso sus diferentes significados y formas de denominarse, incluido la Q por la integración de las/os “queer”).

En la actualidad, desde que estoy trabajando en el PNUD, me resulta imposible hablar de género en el desarrollo (en el ámbito de cualquier proyecto de cooperación) si no hago referencia a las poblaciones LGBT. Además, cuando me involucro en proyectos con poblaciones LGBT, provoco la reflexión e intento acompañarlos en el análisis de género (y en GED) como una potente herramienta para entender, explicar y contribuir a superar prácticas discriminatorias que sufren LGBT. Más allá de discusiones técnicas entre las categorías de género y diversidad sexual,  el gran punto está planteado: no existe desarrollo sostenible mientras se mantenga la discriminación por orientaciones sexuales e identidades de género. Por ello, promuevo usar la dimensión política de la categoría género para potenciar cambios más justos y el pleno ejercicio de sus derechos. Considero que una nueva manera de enfrentar estereotipos de género y transformar conductas socioculturales asociadas a ellos es responder efectivamente a aquellos obstáculos (socioculturales pero también jurídicos y económicos) que impiden que LGBT tengan un pleno desarrollo y contribuir a que su vida sea tan productiva, con bienestar y felicidad, como la de cualquier mujer u hombre que no pertenezca a esta comunidad.

Los estereotipos de género están presentes en la socialización de todas las personas y las poblaciones de LGBT no son una excepción de esta influencia; y por supuesto, me refiero a la socialización de género que tiene lugar durante toda nuestra vida, que comienza en nuestra familia pero que también tiene esencial espacio en las escuelas, en las comunidades, en los centros de trabajo, a través de los medios de comunicación, y en cuanto grupo humano, formales e informales, que formemos parte. De una manera u otra todas las personas, en todas las sociedades, hemos sido víctimas y victimarias de patrones sexistas estereotipados, sobre nuestra apariencia, gustos, deseos, necesidades, expectativas, roles, valoraciones, espacios de actuación, oportunidades y reconocimiento asignados y asumidos a partir del sexo con el cual nacimos y las “correspondientes” construcciones de nuestras identidades de género. Pero pienso (solo por acercamientos empíricos y lecturas sociales de diferentes ámbitos de actuación) que las poblaciones LGBT han sido y son en la actualidad más presas de los estereotipos sobre lo masculino y lo femenino y las exclusiones y discriminaciones asociadas a estos estereotipos. Recientemente me preguntaron si esta comunidad es más discriminada que las mujeres, y lo primero a denotar fue el hecho de que hay mujeres entre las poblaciones LGBT. Es un tema que ha estado oculto y deficientemente abordado por mucho más tiempo, y es un tema que incluso no siempre encuentra alianza y defensa entre especialistas de género y otros especialistas sociales; por demás, parte importante de la población continúa mostrando recelo, incomprensión, irrespeto y cuando no rechazo y discriminación hacia la comunidad LGBT.

Hay tres elementos adicionales que no pueden desconocerse y que denotan que queda mucho por hacer. Por una parte, las condiciones de vulnerabilidad y desprotección que generalmente tienen las poblaciones LGBT, incluso a nivel de sus propias familias que al ser presas de estereotipos sexistas, rechazan y condenan el desarrollo de estas personas (su educación, salud, participación social, empleo, cuidados y seguridad en general). Más que víctimas de prejuicios y creencias sobre los atributos que deben poseer “los hombres y las mujeres”, sufren disímiles manifestaciones de violencia de género y participan con frecuencia de ciclos de violencia que les limita su capacidad de reparación y les aumenta las consecuencias, con frecuencia fatales para sus vidas. Además, los estereotipos de género influyen en la manera en que la sociedad se acerca a analizar estas poblaciones y “procesa” la información. Por otra parte, con frecuencia entre parejas y familias de LGBT también se reproducen tradicionales relaciones y discriminaciones de género que entre heterosexuales. Asimismo, LGBT soportan sobre sus hombros (y en detrimento de su desarrollo humano) aquellos prejuicios vinculados con “si son o no son” miembros de la comunidad LGBT, y así se cuestionan sus percepciones, ideas, y aportaciones a la sociedad siendo nuevamente víctimas de discriminaciones, maltratos y exclusiones.

 

Si su día tuviera 48 horas, que haría usted o que haría de forma diferente?

Siguiendo la lógica de que sería “el doble” de las queridas horas con las que hoy contamos, pues redoblaría mis esfuerzos en 5 puntos o deseos muy importantes de mi vida, en estos momentos.

a) Dedicaría unas cuantas horas más a estar con las personas mayores de mi familia. Tengo la dicha de tener y poder contar con mis padres y abuela materna, por demás, tengo otras personas “mayores” muy entrañables e imprescindibles para sentirme feliz y realizada día a día. Pero la gran cantidad de años que acumulan les hacen no entender fácilmente que no puedo estar con ellas todo el tiempo que desean y que yo quisiera.  Me preocupa, y a veces me entristece, que no pueda estar disponible cuando estas personas queridas quieren, y solo me ocupe de parte de sus demandas. Me siento conforme con como he llevado a la par, mi vida profesional, de pareja y como madre de dos jóvenes, pero un nuevo desafío toca a mi puerta en materia de conciliación familiar-laboral. 

b) Sería feminista militante de equipos de hombres resistentes a la igualdad de género. Me explico mejor. Me da mucha satisfacción acompañar el cambio en esta parte importante de la población que cuando entienden el tema dan saltos muy grandes en sus maneras de pensar, en sus comportamientos, y se convierten en grandes activistas y promotores de la igualdad.  Se avanza más, y se llega más lejos, cuando andamos juntos mujeres y hombres, y me gusta hacerles ver a los varones todo lo que también ellos ganan con la igualdad de género. Sin embargo, con frecuencia no me alcanza el tiempo para ser parte activa de estos relevantes momentos de cambios.

c)Trabajaría de voluntaria apoyando a grupos de mujeres víctimas de violencia de género y en particular a aquellas que viven en condiciones más desfavorables y que están en riesgo de formar parte del grupo de personas con VIH. Aunque desde el PNUD acompaño a mujeres en algunos procesos de cambio, esto requiere de mucho más tiempo personal y de una gran cuota de entrega de mi tiempo que no siempre logro satisfacer.

d) Dedicaría al menos una vez a la semana un lindo tiempo para intercambiar (al menos chatear) con amigas y amigos que tan importantes han sido en mi vida profesional; en especial mis compañeras de carrera (casi no había hombres, por cierto), mi grupo de Chile durante el Postítulo de Población y Desarrollo, y mis colegas de la Comunidad de Práctica Regional. Me encantaría dejar constancia de lo presente que están en mi vida, del cariño que les tengo, de lo importante que son. Hay mucho amor y cosas en común que nos une y que no expresamos con frecuencia.

e) Tomaría una horas para hacer un doctorado (aunque no necesariamente obtenga el título académico) y para escribir, por supuesto, sobre género. Quisiera entrar de lleno en el cambio organizacional de género, estar en ese apasionante proceso y escribir literatura sobre él. Tal vez una novela, un serial, o iniciar un  poemario, pero que sea atractivo y movilizar de cambios. Me encanta escribir pero no he estudiado para ello.

Entonces, y mientras no sea posible pasar de 24 a 48 horas … me esforzaré por aportar un granito de arena cada día a estos 5 propósitos que me hacen feliz. Por demás, muchas gracias por permitirme compartir sobre ellos.

Día de la entrevista
Especialista de Género, PNUD Cuba

Querida Inalvis, será que nos podría contar un poco sobre usted y lo que la llevo a trabajar con cuestiones de género? Como su carrera la llevo a su puesto actual en el PNUD Cuba?


Nací en La Habana, Cuba, en 1968; no puedo afirmar que haya sido totalmente consciente mi inclinación a trabajar por la igualdad de género, pero cuando analizo mi compromiso con esta área sí que descubro hitos en mi vida personal y profesional con importantes vínculos. Soy la hija mayor de una pareja que siendo muy joven decide formar familia; y tienen una “niña” y 4 varones,  tratando de que yo tuviera una hermana “y no me quedara sola”. Mi padre, de origen campesino, trabajaba muchas horas al día, y desde la mirada infantil lo sentíamos como trabajando 24 horas; mi madre, de familia urbana, solo concluyó los estudios primarios, necesitaba y quería trabajar  “en la calle” pero no lograba conseguir empleo, pues corrían los años 70 y los estereotipos afloraban en cada entrevista laboral:“¡5 hijos!, ¿nunca antes ha trabajado?, “le avisaremos si es usted la seleccionada”. Entonces crecí rápido; entre mi abuela y yo nos “organizamos el cuidado nocturno de mis hermanos” para que mi mamá aprovechara las oportunidades de superación que el país ofrecía –generalmente a mujeres-; sabíamos que tenía que estudiar más y ser mejor que muchos hombres para incorporarse al trabajo asalariado; y también se incorporó a cursos diurnos promovidos por la Federación de Mujeres. Funcionó la estrategia, su desarrollo profesional fue admirable y lo vimos como un gran triunfo femenino.

A la vez, la convicción de que mi desarrollo estudiantil -y luego profesional- tenía que demostrar la valía de ser mujer y “estar a tono” con las puertas que se habían abierto para todos y en particular para nosotras. Fui una de las tantas dirigentes estudiantiles que siendo niñas, adolescentes y jóvenes ya hablábamos de las diferencias con los varones, más dedicados al deporte, a la recreación… y aunque eran mayoría entre los dirigentes del país estaban menos representados en “los cargos de las escuelas”. Al concluir mis estudios universitarios de Psicología, y sin que fuera un objetivo los “análisis de género”, mi Trabajo de Diploma (tesis) hizo notar los diferentes comportamientos de mujeres y hombres en los trabajos grupales e intentó -muy pálidamente- buscar los por qué. Fui seleccionada para trabajar como joven investigadora en un centro de la Academia de Ciencias de Cuba y “por si funcionaba”, resalté mis motivaciones por formar parte del equipo “Estudios de Familia” y profundizar en las relaciones entre mujeres y hombres, (creo que lo expresé con pasión y lo aceptaron aunque no estaba previsto). Luego me interesé por estudios superiores,  postulé al Postítulo Internacional Interdisciplinario en Población y Desarrollo Sustentable, fui seleccionada y “descubrí” los enfoques MED y GED; mi tesis fue sobre mujer y género y se definió más  mi campo profesional.

Vino la etapa más importante en lo que al tema se refiere. En Cuba se creó el Centro de Estudios sobre la Mujer de la Federación de Mujeres Cubanas;  fui de sus fundadoras, investigadora, y realicé actividades de funcionaria. Conocí muy de cerca la política de género y sus diferentes niveles de incidencia, sus logros, sus retos; vi tantas soluciones a problemas y necesidades de familias y mujeres; y tuve la oportunidad de conocer y aprender de mujeres excepcionales que me marcaron mucho. Tuve la suerte de ser seleccionada Titular de la Beca Internacional Rafael Salas para concluir mi estudio “Mujer, Poder y Desarrollo Sustentable: una propuesta de intervención para potenciar la participación con equidad”, la relevancia del tema creo fue un punto a mi favor. Además, desde la Federación también me involucré en procesos de desarrollo humano local y proyectos de cooperación;  coordiné procesos formativos en género y diagnósticos institucionales de género, participé en la programación e implementación de proyectos y en asesorías técnicas en el marco de proyectos del Sistema de Naciones Unidas. Fueron 10 años importantes de mi vida que consolidaron mi formación como investigadora, como “militante” por la igualdad, y que despertaron motivaciones muy fuertes por incursionar en espacios de la gestión y acompañamiento de la cooperación para el desarrollo.

Mi vida profesional en PNUD es más conocida en la Comunidad de Práctica. En 2006/2007 simultaneé  mi trabajo en la Federación con la asesoría en género en el Programa de Desarrollo Humano Local (PDHL/PNUD), siendo un período intenso, interesante y que me propició aprendizajes increíbles ; en el 2008 fui consultora de género en el PNUD, lo cual fue una gran oportunidad para incursionar en nuevas áreas del desarrollo humano (la respuesta al VIH, temas medioambientales y de gestión de riesgo);  luego la Oficina decide crear un puesto para este importante tema y en el 2012 gané la convocatoria como Oficial Nacional para los temas de género en PNUD.    

 

El 48% del parlamento cubano está conformado por mujeres, una cifra mucho mas alta que otros países de América Latina (9% en Brasil por ejemplo). Que diferencias ve usted en los países con altas tasas de representación femenina en el Parlamento?

Prefiero hablar de qué veo en Cuba y sobre lo que conozco del proceso cubano, y aunque existen múltiples aspectos,  he pensado en cinco generales que de hecho están muy relacionados.

En primer lugar, constato un sano orgullo, satisfacción  y hasta regocijo por el resultado, que no es el único indicador que da cuenta del desarrollo que se aspira y de lo que se ha logrado, pero que sí es muy importante punto del nivel de igualdad de género existente y del avance de la mujer, de su protagonismo y empoderamiento. A la vez,  está el reconocimiento a la historia de muchas mujeres y hombres, que con su liderazgo hicieron posible (cuando aún no se hablaba de igualdad de género) que se confiara en las cubanas, se destacaran sus aportes, se potenciara su crecimiento personal y desarrollo,  se visibilizaran y enfrentaran prejuicios machistas y patrones sexistas, y esto ayudó mucho a tomar conciencia sobre la igualdad, la equidad, y el adelanto de quienes se encontraban en desventajas y sufrían las mayores discriminaciones (las mujeres). En realidad siento mucha admiración por esas mujeres y hombres de la historia cubana que desde el inicio se plantearon la relevancia del tema para el país y apostaron al trabajo de todas y todos.

En segundo lugar, la definitoria existencia de voluntad política. Aun cuando en Cuba no se asumió un sistema de cuotas fue reiterada la voluntad de que mayor cantidad de mujeres estuvieran presentes en los puestos principales de gestión y toma de decisiones;  de mirar hacia ellas, de identificarlas, de promoverlas. Incluso se promovió como acción afirmativa que las comisiones de candidatura prestaran atención a las propuestas de mujeres (y también de personas negras); y por supuesto, se integraron medidas en el Plan de Acción Nacional de Seguimiento a Beijing, que en mi opinión han sido de las más monitoreadas y ampliamente evaluadas sistemáticamente.

En tercer lugar,  observo la convicción de que la relevante representación femenina alcanzada en el Parlamento (y otros espacios de toma de decisiones fundamentales) es resultado de la confluencia de muchos esfuerzos y prácticas estratégicas que lo focalizaron como clave, y para nada responde a la espontaneidad de factores ni casualidades.  Destaca como decisivo el quehacer intencionado y sistemático de muchas instituciones y actores.  Me permito un breve recuento para ejemplificar. Se comenzó con una muy buena base (algo más que el 21% de mujeres parlamentarias en la Primera Legislatura de 1976) que ya reconocía el alto nivel alcanzado por las cubanas en todas las esferas e indicadores de desarrollo (salud, educación, empleo, participación), y ciertamente la participación de la mujer en los órganos del Poder Popular  fue creciendo gradualmente (además del Parlamento, en las asambleas municipales y provinciales y en las circunscripciones). Sin embargo, en los momentos en que se constató un cierto descenso, se realizaron profundos análisis y se tomaron medidas promotoras del cambio. Fue emblemático el análisis realizado a los resultados de la cuarta legislatura (1992) donde se observaron los mayores decrecimientos de mujeres como delegadas y parlamentarias.  Se constató la no linealidad de los cambios y avances en materia de igualdad, pero más que eso la necesidad de profundizar en las causas de las desigualdades, adecuar procesos y relaciones de género que parecían superadas, y ser institucionalmente proactivo a cambios en el contexto socioeconómico. Se puso la mirada en la influencia de la crisis económica enfrentada por el país, (que agravó las condiciones de vida de las familias, afectó sensiblemente los servicios de apoyo al hogar y que impactó más fuertemente a las mujeres por la mantenida sobrecarga doméstica y del cuidado), pero también en los aspectos subjetivos que hacen que no se votara por las mujeres: la permanencia de prejuicios, actitudes y conductas discriminatorias hacia la mujer y su actividad de dirección; el estilo de dirección predominantemente masculino; entre otros. Además de los estudios e investigaciones, fue invaluable el papel de la Federación de Mujeres Cubanas que lideró el diseño e implementación de estrategias nacionales de promoción de la mujer en condiciones de igualdad de género y que abarcó a todos las esferas y campos de acción, incluido el apoyo a mujeres líderes.

En cuarto lugar; constato la conciencia de que la paridad en el Parlamento es solo un punto relevante en el camino por la igualdad de género. Por una parte, es importante estar alertas ante el posible riesgo de creer que ya todo está logrado; a veces las estadísticas nos empañan los espejuelos de género y por ello se necesitan análisis más profundos, integrales y convincentes sobre cuáles son las brechas de género por cerrar y sus mutantes manifestaciones culturales y contextuales. Por otra parte, el desafío de lograr una gestión diferente, impulsar una “innovadora agenda de género” con nuevas formas, rutas y relaciones de género que aseguren cambiar las tradiciones, prejuicios y estereotipos más naturalizados, los que menos se ven, una agenda que sea efectiva ante el desafío (y qué desafío!!) de lograr cambiar los resortes y las raíces más profundas de las desigualdades. Se sabe que no es suficiente ser mujer para tener y hacer una dirección con conciencia de género, y se sabe que es necesario que los hombres dirigentes incrementen su sensibilidad y conciencia de género para impulsar la igualdad, de las mujeres y de aquellos hombres que no disfrutan de igualdad plena por sus orientaciones sexuales e identidades de género. Por ello, el reto de trabajar con todas y todos y, sin adelantar noticias, estoy segura que nuevas e interesantes iniciativas se desarrollarán en breve, y donde seguro será valioso el apoyo del PNUD y otras agencias del Sistema de Naciones Unidas.

En quinto y último lugar, la existencia de muchas voces institucionales y de especialistas, que promueven y protagonizan cada día más, iniciativas y proyectos de desarrollo (incluidos los de cooperación) que implementan las estrategias de la transversalización de género y el empoderamiento de las mujeres. Se sabe que aún existe una “reserva de mujeres” donde el país continuará elevando sus capacidades, en condiciones de igualdad de género, para aumentar su nivel educacional, cultural y político, en particular de grupos de mujeres en condiciones de vulnerabilidad (como pueden ser algunas mujeres afrodescendientes, rurales y discapacitadas).  Los resultados en materia de representación a todos los niveles pueden ser aún mayores. Para ello, comparto con muchos y muchas especialistas el importante abordaje de la subjetividad y lo cultural, y el compromiso instaurado y recogido por una de las frases cubanas movilizadoras “parar (o para tras), ni para coger impulso”.

 

El equipo del PNUD en Cuba realizo con éxito el proceso de certificación Gender Equality Seal. Podría describir las lecciones mas importantes que aprendió durante el proceso?

Antes que todo quiero destacar que el proceso de Certificación (y en particular el autodiagnóstico y la construcción del Plan de Acción en tanto etapas que hemos concluido) ha sido valorado por la oficina del PNUD en Cuba como un significativo proceso de aprendizaje para potenciar resultados y la “mejora continua” respecto a la transversalización de género y el empoderamiento de las mujeres. Valoro esto muy favorablemente pues no se trata solo de un aprendizaje personal (respecto a mi y de colegas en específico) sino del aprendizaje colectivo que se gesta, y que es potencialmente superior. Es muy temprano aún para ello, pero haremos el esfuerzo y trabajaremos duro porque se institucionalice como aprendizaje en nuestra cultura organizacional. 

Personalmente, la lección más general e importante que aprendí fue el “darme cuenta” en la propia práctica, de la magnitud y relevancia de muchos de los postulados, resultados de iniciativas exitosas y lecciones aprendidas que había leído varias veces pero que la experiencia del sello me permitió concretar, vivenciar y aprehender. Por eso diría que, para “aprender, aprender de verdad del sello”, nada será como como “pasar y protagonizar la iniciativa”. Sin extenderme mucho resalto:

a) La importancia de hacer un alto en el “día a día” para analizar lo que hacemos y el cómo lo hacemos, para ver lo logrado y críticamente medir hasta donde podríamos llegar y qué nos falta para alcanzarlo; pero también para reconocer y festejar por los avances, pues esto es fuente de estímulo y moviliza mucho.  La herramienta es una oportunidad para “subirte la vara”, para elevar el estándar de lo mínimo comprometido, para sentir el desafío de la mejora, la calidad y la búsqueda de la excelencia.

b) La necesidad de documentar y sistematizar procesos y recursos. La intensidad de la vida en la oficina y las urgencias nos llevan muchas veces a no cerrar procesos, a no documentar evidencias, a no sistematizar y comunicar las prácticas. El proceso del sello me ratificó que no podemos empezar siempre de cero, que debe ser sistemático el reporte porque es necesario rendir cuenta de cómo contribuimos o no a la igualdad; también me evidenció que aunque nos acompañe el optimismo debemos ser realistas y valorar muy bien las potencialidades que tenemos y las que necesitamos incrementar. Por ejemplo, sabía que era clave el trabajo en grupo, y que es imprescindible contar con un Grupo Focal de Género, pero con el proceso gané mayor conciencia sobre quiénes deben formar parte de este grupo, cómo incrementar mejor sus capacidades y competencias, y como lograr de forma creativa la motivación y apropiación del proceso; tenían que surgir nuevas iniciativas.

c) La mirada estratégica y sinérgica para ser más efectivos en las contribuciones a la igualdad de género. Confieso que la experiencia del sello me permitió una nueva mirada a la estrategia global “Empoderadas e Iguales” lo cual será muy bueno para la estrategia de género actual. Aprendí mucho de los indicadores y sus puntos de referencia, y en algunos sectores más allá del PNUD los he catalogado como un sistema  de lujo; y no por lo que ellos son per se, sino por lo que ellos representan en tanto ponderar diferentes espacios y prácticas a lo interno y externo de la oficina. En parte han sido muchos de los indicadores quienes me han evidenciado desafíos a responder de cara al nuevo CPD.

d) Ver en la práctica el valor del incentivo. No se trabaja (ni trabajo) por un reconcomiendo (el sello, o la evaluación anual, o ser parte de un ejemplo que se cita en un informe global) pero si se alcanza el reconocimiento esto se recibe muy bien, te genera más confianza, te crea nuevos compromisos, te hace plantearte nuevas metas, y también te da prestigio y credibilidad en lo que haces. La herramienta del sello es excelente en esto;  es un “tercero” el que valora y reconoce, lo hace de forma procesual, contempla indicadores anuales y otros a nivel del Programa de País, pero lo mejor, el sello no es vitalicio; te “dura” por un tiempo y si lo aprecias buscarás tenerlo siempre contigo.  Todo esto lo llevaré de una u otra manera a las prácticas de proyectos de desarrollo que estoy apoyando.

e) Finalmente, constatar en una nueva práctica la importancia del liderazgo de la gerencia. Esto no es una retórica y fue clave en los niveles y áreas de la oficina. Más allá del mantenido compromiso, coordinación y liderazgo del Representante Residente Adjunto y la Representante Residente del PNUD,  reconozco el aprendizaje que tuve de la gerencia de las unidades de programa (Edith Felipe) y de operaciones (Rafael Rodriguez); sus aportes y entusiasmo fueron clave para que muchas personas se apropiaran e impulsen hoy el proceso. No sería justa si no destaco y agradezco sus contribuciones.

 

Desde 2007, se realizan anualmente las "Jornadas nacionales contra la homofobia” en Cuba. Basada en la experiencia latino-americana, como diría usted que los estereotipos de genero afectan las persones LGBTQ?

Solo un par de comentarios porque es un tema (y comunidad) que respeto mucho (incluso sus diferentes significados y formas de denominarse, incluido la Q por la integración de las/os “queer”).

En la actualidad, desde que estoy trabajando en el PNUD, me resulta imposible hablar de género en el desarrollo (en el ámbito de cualquier proyecto de cooperación) si no hago referencia a las poblaciones LGBT. Además, cuando me involucro en proyectos con poblaciones LGBT, provoco la reflexión e intento acompañarlos en el análisis de género (y en GED) como una potente herramienta para entender, explicar y contribuir a superar prácticas discriminatorias que sufren LGBT. Más allá de discusiones técnicas entre las categorías de género y diversidad sexual,  el gran punto está planteado: no existe desarrollo sostenible mientras se mantenga la discriminación por orientaciones sexuales e identidades de género. Por ello, promuevo usar la dimensión política de la categoría género para potenciar cambios más justos y el pleno ejercicio de sus derechos. Considero que una nueva manera de enfrentar estereotipos de género y transformar conductas socioculturales asociadas a ellos es responder efectivamente a aquellos obstáculos (socioculturales pero también jurídicos y económicos) que impiden que LGBT tengan un pleno desarrollo y contribuir a que su vida sea tan productiva, con bienestar y felicidad, como la de cualquier mujer u hombre que no pertenezca a esta comunidad.

Los estereotipos de género están presentes en la socialización de todas las personas y las poblaciones de LGBT no son una excepción de esta influencia; y por supuesto, me refiero a la socialización de género que tiene lugar durante toda nuestra vida, que comienza en nuestra familia pero que también tiene esencial espacio en las escuelas, en las comunidades, en los centros de trabajo, a través de los medios de comunicación, y en cuanto grupo humano, formales e informales, que formemos parte. De una manera u otra todas las personas, en todas las sociedades, hemos sido víctimas y victimarias de patrones sexistas estereotipados, sobre nuestra apariencia, gustos, deseos, necesidades, expectativas, roles, valoraciones, espacios de actuación, oportunidades y reconocimiento asignados y asumidos a partir del sexo con el cual nacimos y las “correspondientes” construcciones de nuestras identidades de género. Pero pienso (solo por acercamientos empíricos y lecturas sociales de diferentes ámbitos de actuación) que las poblaciones LGBT han sido y son en la actualidad más presas de los estereotipos sobre lo masculino y lo femenino y las exclusiones y discriminaciones asociadas a estos estereotipos. Recientemente me preguntaron si esta comunidad es más discriminada que las mujeres, y lo primero a denotar fue el hecho de que hay mujeres entre las poblaciones LGBT. Es un tema que ha estado oculto y deficientemente abordado por mucho más tiempo, y es un tema que incluso no siempre encuentra alianza y defensa entre especialistas de género y otros especialistas sociales; por demás, parte importante de la población continúa mostrando recelo, incomprensión, irrespeto y cuando no rechazo y discriminación hacia la comunidad LGBT.

Hay tres elementos adicionales que no pueden desconocerse y que denotan que queda mucho por hacer. Por una parte, las condiciones de vulnerabilidad y desprotección que generalmente tienen las poblaciones LGBT, incluso a nivel de sus propias familias que al ser presas de estereotipos sexistas, rechazan y condenan el desarrollo de estas personas (su educación, salud, participación social, empleo, cuidados y seguridad en general). Más que víctimas de prejuicios y creencias sobre los atributos que deben poseer “los hombres y las mujeres”, sufren disímiles manifestaciones de violencia de género y participan con frecuencia de ciclos de violencia que les limita su capacidad de reparación y les aumenta las consecuencias, con frecuencia fatales para sus vidas. Además, los estereotipos de género influyen en la manera en que la sociedad se acerca a analizar estas poblaciones y “procesa” la información. Por otra parte, con frecuencia entre parejas y familias de LGBT también se reproducen tradicionales relaciones y discriminaciones de género que entre heterosexuales. Asimismo, LGBT soportan sobre sus hombros (y en detrimento de su desarrollo humano) aquellos prejuicios vinculados con “si son o no son” miembros de la comunidad LGBT, y así se cuestionan sus percepciones, ideas, y aportaciones a la sociedad siendo nuevamente víctimas de discriminaciones, maltratos y exclusiones.

 

Si su día tuviera 48 horas, que haría usted o que haría de forma diferente?

Siguiendo la lógica de que sería “el doble” de las queridas horas con las que hoy contamos, pues redoblaría mis esfuerzos en 5 puntos o deseos muy importantes de mi vida, en estos momentos.

a) Dedicaría unas cuantas horas más a estar con las personas mayores de mi familia. Tengo la dicha de tener y poder contar con mis padres y abuela materna, por demás, tengo otras personas “mayores” muy entrañables e imprescindibles para sentirme feliz y realizada día a día. Pero la gran cantidad de años que acumulan les hacen no entender fácilmente que no puedo estar con ellas todo el tiempo que desean y que yo quisiera.  Me preocupa, y a veces me entristece, que no pueda estar disponible cuando estas personas queridas quieren, y solo me ocupe de parte de sus demandas. Me siento conforme con como he llevado a la par, mi vida profesional, de pareja y como madre de dos jóvenes, pero un nuevo desafío toca a mi puerta en materia de conciliación familiar-laboral. 

b) Sería feminista militante de equipos de hombres resistentes a la igualdad de género. Me explico mejor. Me da mucha satisfacción acompañar el cambio en esta parte importante de la población que cuando entienden el tema dan saltos muy grandes en sus maneras de pensar, en sus comportamientos, y se convierten en grandes activistas y promotores de la igualdad.  Se avanza más, y se llega más lejos, cuando andamos juntos mujeres y hombres, y me gusta hacerles ver a los varones todo lo que también ellos ganan con la igualdad de género. Sin embargo, con frecuencia no me alcanza el tiempo para ser parte activa de estos relevantes momentos de cambios.

c)Trabajaría de voluntaria apoyando a grupos de mujeres víctimas de violencia de género y en particular a aquellas que viven en condiciones más desfavorables y que están en riesgo de formar parte del grupo de personas con VIH. Aunque desde el PNUD acompaño a mujeres en algunos procesos de cambio, esto requiere de mucho más tiempo personal y de una gran cuota de entrega de mi tiempo que no siempre logro satisfacer.

d) Dedicaría al menos una vez a la semana un lindo tiempo para intercambiar (al menos chatear) con amigas y amigos que tan importantes han sido en mi vida profesional; en especial mis compañeras de carrera (casi no había hombres, por cierto), mi grupo de Chile durante el Postítulo de Población y Desarrollo, y mis colegas de la Comunidad de Práctica Regional. Me encantaría dejar constancia de lo presente que están en mi vida, del cariño que les tengo, de lo importante que son. Hay mucho amor y cosas en común que nos une y que no expresamos con frecuencia.

e) Tomaría una horas para hacer un doctorado (aunque no necesariamente obtenga el título académico) y para escribir, por supuesto, sobre género. Quisiera entrar de lleno en el cambio organizacional de género, estar en ese apasionante proceso y escribir literatura sobre él. Tal vez una novela, un serial, o iniciar un  poemario, pero que sea atractivo y movilizar de cambios. Me encanta escribir pero no he estudiado para ello.

Entonces, y mientras no sea posible pasar de 24 a 48 horas … me esforzaré por aportar un granito de arena cada día a estos 5 propósitos que me hacen feliz. Por demás, muchas gracias por permitirme compartir sobre ellos.

Día de la entrevista
Especialista de Género, PNUD Cuba