La Revolución Femenina de Rojava
por Ana Del Valle
Desde hace meses, nos hemos acostumbrado a ver en los medios de comunicación innumerables imágenes de jóvenes kurdas ataviadas con sus pashminas y kalashnikovs.
Sin duda, estas imágenes han causado un gran impacto en Occidente, no sólo porque cuesta imaginar un ejército liderado por mujeres en pleno Oriente Próximo, sino también por la determinación y valentía que se les atribuye.
Pero Rojava no sólo se está reinventando bajo la mirilla de un kalashnikov, sino que se está creando bajo una nueva forma de autogestión, en base a principios como la autodeterminación política, económica y social, donde el papel de la mujer ha tomado un matiz indispensable en su reconstrucción.
En pleno caos bélico, los cantones de Rojava han conseguido ofrecer un espacio abierto y fértil a las mujeres de la región, a través de un sistema de auto-gobierno que opera mediante comunas de barrio, donde dar respuesta a los problemas de la sociedad local.
Dichas comunas están compuestas por 300 personas de la localidad y son coordinadas por una co-presidencia, respetando la paridad en los cargos (un hombre-una mujer), manteniendo este sistema en todos los niveles organizativos.
Estas comunas locales trabajan en dos sentidos, por un lado en la resolución de problemas técnicos o sociales de forma rápida, evitando los sistemas burocráticos lentos y poco efectivos en la práctica. Por otro lado, se trabaja también desde una perspectiva política. Este sistema de comunas entiende que si estamos hablando de una verdadera democracia, las decisiones no pueden tomarse desde arriba para luego bajar, sino que deben ser tomadas desde abajo para luego subir gradualmente.
Las problemáticas planteadas en las comunas, se debaten a través de los diferentes consejos populares, donde a día de hoy, la mujer representa un 40% de la totalidad de los asistentes.
Incluso, podemos hablar de consejos creados exclusivamente por mujeres. En dichos consejos no se tratan problemáticas generales, sino aquellos problemas que afectan especialmente a las mujeres. En caso de existir un conflicto de intereses entre un consejo popular y uno de mujeres, este último podría ejercer su derecho de veto.
No cabe duda que una revolución como ésta, debe contar con el apoyo mayoritario de la población, y las mujeres son un elemento básico para el éxito. Sin embargo, no deja de resultar curioso ver cómo será posible lograr el éxito de esta estructura, manteniendo a la vez, alianzas con comunidades árabes, las cuales sostienen que este tipo de empoderamiento de la mujer, viola sus principios religiosos básicos.
A estas alturas, no podemos negar que la Revolución de Rojava tiene un gran matiz femenino que consolida el importante valor de la mujer en nuestra sociedad actual. Probablemente, a día de hoy, no existan entornos más hostiles que el de esta región, sin embargo, la voluntad de cambio ha impulsado el papel de la mujer a tener voz en esta guerra, de mil maneras diferentes.
por Ana Del Valle
Desde hace meses, nos hemos acostumbrado a ver en los medios de comunicación innumerables imágenes de jóvenes kurdas ataviadas con sus pashminas y kalashnikovs.
Sin duda, estas imágenes han causado un gran impacto en Occidente, no sólo porque cuesta imaginar un ejército liderado por mujeres en pleno Oriente Próximo, sino también por la determinación y valentía que se les atribuye.
Pero Rojava no sólo se está reinventando bajo la mirilla de un kalashnikov, sino que se está creando bajo una nueva forma de autogestión, en base a principios como la autodeterminación política, económica y social, donde el papel de la mujer ha tomado un matiz indispensable en su reconstrucción.
En pleno caos bélico, los cantones de Rojava han conseguido ofrecer un espacio abierto y fértil a las mujeres de la región, a través de un sistema de auto-gobierno que opera mediante comunas de barrio, donde dar respuesta a los problemas de la sociedad local.
Dichas comunas están compuestas por 300 personas de la localidad y son coordinadas por una co-presidencia, respetando la paridad en los cargos (un hombre-una mujer), manteniendo este sistema en todos los niveles organizativos.
Estas comunas locales trabajan en dos sentidos, por un lado en la resolución de problemas técnicos o sociales de forma rápida, evitando los sistemas burocráticos lentos y poco efectivos en la práctica. Por otro lado, se trabaja también desde una perspectiva política. Este sistema de comunas entiende que si estamos hablando de una verdadera democracia, las decisiones no pueden tomarse desde arriba para luego bajar, sino que deben ser tomadas desde abajo para luego subir gradualmente.
Las problemáticas planteadas en las comunas, se debaten a través de los diferentes consejos populares, donde a día de hoy, la mujer representa un 40% de la totalidad de los asistentes.
Incluso, podemos hablar de consejos creados exclusivamente por mujeres. En dichos consejos no se tratan problemáticas generales, sino aquellos problemas que afectan especialmente a las mujeres. En caso de existir un conflicto de intereses entre un consejo popular y uno de mujeres, este último podría ejercer su derecho de veto.
No cabe duda que una revolución como ésta, debe contar con el apoyo mayoritario de la población, y las mujeres son un elemento básico para el éxito. Sin embargo, no deja de resultar curioso ver cómo será posible lograr el éxito de esta estructura, manteniendo a la vez, alianzas con comunidades árabes, las cuales sostienen que este tipo de empoderamiento de la mujer, viola sus principios religiosos básicos.
A estas alturas, no podemos negar que la Revolución de Rojava tiene un gran matiz femenino que consolida el importante valor de la mujer en nuestra sociedad actual. Probablemente, a día de hoy, no existan entornos más hostiles que el de esta región, sin embargo, la voluntad de cambio ha impulsado el papel de la mujer a tener voz en esta guerra, de mil maneras diferentes.