De protestas a propuestas: El papel de la mujer en la política
Source: Grupo Multimedio
La creciente presencia de mujeres en los principales escenarios políticos no es una mera anécdota o una cuestión de simbolismo; es un síntoma de una transformación estructural profunda en el ejercicio del poder. Este fenómeno representa un viaje desde los márgenes hacia el centro, desde la lucha por la voz hasta la redefinición de la propia agenda política. No se trata solo de contar mujeres, sino de entender cómo su participación está reconfigurando la política.
El instrumento más efectivo para acelerar la representación femenina ha sido, sin duda, la implementación de cuotas. Inicialmente, estas se establecieron como un porcentaje mínimo de participación, una medida correctiva para compensar siglos de exclusión. Con el tiempo, este concepto evolucionó hacia la paridad, que ya no busca un mínimo, sino una representación equilibrada y equitativa, entendiendo que la democracia es incompleta si un género está subrepresentado.
Estas normas han actuado como un «acelerador histórico», forzando a las estructuras partidistas, a menudo reacias al cambio, a abrir espacios que de otra manera habrían permanecido cerrados. El debate en torno a si las cuotas menoscaban la «meritocracia» suele ignorar que el sistema tradicional estaba viciado por unos criterios de mérito que, de facto, excluían a las mujeres.
La creciente presencia de mujeres en los principales escenarios políticos no es una mera anécdota o una cuestión de simbolismo; es un síntoma de una transformación estructural profunda en el ejercicio del poder. Este fenómeno representa un viaje desde los márgenes hacia el centro, desde la lucha por la voz hasta la redefinición de la propia agenda política. No se trata solo de contar mujeres, sino de entender cómo su participación está reconfigurando la política.
El instrumento más efectivo para acelerar la representación femenina ha sido, sin duda, la implementación de cuotas. Inicialmente, estas se establecieron como un porcentaje mínimo de participación, una medida correctiva para compensar siglos de exclusión. Con el tiempo, este concepto evolucionó hacia la paridad, que ya no busca un mínimo, sino una representación equilibrada y equitativa, entendiendo que la democracia es incompleta si un género está subrepresentado.
Estas normas han actuado como un «acelerador histórico», forzando a las estructuras partidistas, a menudo reacias al cambio, a abrir espacios que de otra manera habrían permanecido cerrados. El debate en torno a si las cuotas menoscaban la «meritocracia» suele ignorar que el sistema tradicional estaba viciado por unos criterios de mérito que, de facto, excluían a las mujeres.