Atender las necesidades y el liderazgo de las mujeres fortalecerá la respuesta ante el COVID-19
Source: ONU Mujeres
Desde hace una semana, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la COVID-19 una pandemia, los países de todo el mundo adoptaron medidas estrictas para intentar frenar la propagación. Como consecuencia, el impacto social del nuevo coronavirus está afectando severamente a las mujeres.
En todo el mundo, las mujeres representan el 70 % de quienes trabajan en los sectores sanitarios y sociales, y hacen el triple del trabajo de cuidados no remunerado en comparación con los hombres.
“La mayoría de quienes trabajan en el sector de la salud son mujeres. Esta realidad las coloca en un lugar de mayor riesgo. La mayoría de ellas son, además, madres y cuidadoras de familiares. Siguen cargando con el peso de los cuidados, cuya carga ya es desproporcionada aun en circunstancias normales. Esta realidad causa un profundo estrés en las mujeres”, afirmó Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de ONU Mujeres.
“Asimismo, la mayoría de las mujeres trabajan en la economía informal, donde el seguro médico es prácticamente inexistente o inadecuado, y los ingresos no están garantizados. Como no son destinatarias de los rescates, dependen financieramente de ellas mismas. Para muchas de las mujeres, esto no se trata sólo de una cuestión sanitaria; sino de la desigualdad de género”.
Otros brotes de enfermedades, como los de ébola y zika, nos dejaron la experiencia de que estos sucesos desvían los recursos de los servicios que necesitan las mujeres, pese al aumento de la carga de cuidados y a las pérdidas en los medios de vida remunerados de las mujeres.
Por ejemplo, cuando los servicios de salud están saturados, el acceso a la anticoncepción y a la atención pre- y posnatal disminuye. Se teme que esto esté sucediendo como consecuencia del COVID-19.
Asimismo, a menudo se desatienden las necesidades específicas de las trabajadoras sanitarias. “En Asia, las primeras conclusiones de la respuesta sanitaria demuestran que, en la fase inicial, no se habían contemplado los productos de higiene menstrual para las trabajadoras del sector dentro del equipo de protección personal”, aseguró Mohammad Naciri, director de ONU Mujeres para la región de Asia y el Pacífico.
Cuando en un contexto de violencia familiar la tensión en los hogares crece, el riesgo aumenta junto con las estrategias de autoaislamiento y cuarentena. Los informes sobre algunas de las comunidades afectadas indican que el COVID-19 está causando estas tendencias.
La información disponible sugiere también que los efectos económicos del COVID-19 se sentirán más fuerte en las mujeres, dado que ellas son mayoría en los empleos informales, inseguros y de baja remuneración. Los trastornos causados, incluidas las restricciones en la circulación, pueden poner en peligro los medios de vida de las mujeres y la satisfacción de las necesidades básicas de sus familias, como vimos en la crisis del ébola.
“ONU Mujeres está trabajando con sus socios para asegurarse de atender las distintas dimensiones de los efectos del COVID-19 en cuanto al género en las estrategias de respuesta de los niveles regionales, nacionales y mundiales”, aseguró Sarah E. Hendriks, directora de la División Intergubernamental de Políticas y Programas de ONU Mujeres.
“Entre las estrategias, se incluye el apoyo al análisis de género y a la reunión de datos desagregados por sexo, de modo que las necesidades y realidades de las mujeres no queden al margen, aun cuando estamos tratando de obtener más datos y aprender más sobre el COVID-19. Asimismo, estamos haciendo hincapié en los programas que crean resiliencia económica en las mujeres para esta crisis y las futuras, de modo que tengan los recursos que necesitan para ellas mismas y sus familias”.
Por ejemplo, en China, ONU Mujeres está poniendo el foco en las soluciones de recuperación económica para apoyar a las pequeñas y medianas empresas de mujeres, con el fin de mitigar los efectos negativos del brote en la economía. Asimismo, apoyó campañas de difusión para promover el liderazgo y el aporte de las mujeres en la respuesta ante el COVID-19, que llegó a más de 32 millones de personas.
A medida que más países y zonas dictan el cierre de escuelas e instalaciones de cuidado infantil para contener la propagación del COVID-19, la capacidad de las mujeres de realizar tareas remuneradas enfrenta obstáculos adicionales. En todo el mundo, las mujeres continúan recibiendo, en promedio, un 16 % menos que los hombres, diferencia que asciende al 35 % en algunos países. En épocas de crisis, a menudo las mujeres deben tomar la injusta y a veces imposible decisión de dejar el trabajo remunerado para cuidar a sus hijas e hijos.
ONU Mujeres está trabajando estrechamente con la OMS, otros organismos de las Naciones Unidas y los Equipos de País de las Naciones Unidas para fortalecer la respuesta coordinada ante el brote. Se están aprovechando también las redes existentes de organizaciones de mujeres para incluir la voz y las decisiones de las mujeres en la preparación y la respuesta ante el COVID-19.
“Hoy es sumamente importante que las mujeres, las personas con discapacidad y los grupos marginados reciban la información necesaria sobre la crisis y la situación de riesgo”, afirmó Paivi Kaarina Kannisto, jefa de Paz y Seguridad de ONU Mujeres.
“En Liberia y Sierra Leona, las campañas comunitarias de movilización organizadas por ONU Mujeres se centraron en la difusión de las comunicaciones en torno a la prevención del ébola, el tratamiento de los casos y el trabajo contra la estigmatización. Mediante la concientización, difusión y capacitación en las comunidades, los programas emplearon mujeres locales para dirigirse a otras mujeres por distintos medios, incluidos la radio y los mensajes de texto. De esta manera, se garantizó que la información esencial fuera compartida por una fuente confiable que generara sensación de proximidad. El enfoque de incorporar la respuesta centrada en el género que dependiera de las redes de las mujeres locales causó importantes efectos para la exitosa contención regional de la crisis del ébola”.
ONU Mujeres emitió una serie de recomendaciones que colocan las necesidades y el liderazgo de las mujeres en el centro de las respuestas efectivas contra el COVID-19:
- asegurar la disponibilidad de datos desagregados por sexo, incluidas las tasas diferenciadas de infección, impactos económicos y la carga de cuidado diferenciados, e incidencia de violencias doméstica y sexual;
- incluir la dimensión de género y a especialistas en género en los planes de respuesta y los recursos presupuestarios para generar conocimientos en materia de género en los equipos de respuesta;
- brindar apoyo prioritario a las mujeres en la primera línea de respuesta, por ejemplo, mejorando el acceso a los equipos de protección personal que atiendan las necesidades de las mujeres y proporcionando productos de higiene menstrual para trabajadoras y cuidadoras, y acordando horarios de trabajo más flexibles para aquellas mujeres a cargo de tareas de cuidado;
- garantizar la igualdad para las mujeres en la toma de decisiones en torno a la planificación de la respuesta y los efectos a largo plazo;
- garantizar que los mensajes de salud pública lleguen a las mujeres de manera adecuada, incluidas aquellas personas más marginadas;
- desarrollar estrategias de mitigación que se centren en los efectos económicos del brote en las mujeres y generen resiliencia en ellas;
- proteger los servicios básicos de salud para las mujeres y las niñas, incluidos los servicios de salud sexual y reproductiva; y
- priorizar los servicios de prevención y respuesta ante la violencia de género en las comunidades afectadas por el COVID-19.
Fuente: ONU Mujeres.
Desde hace una semana, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la COVID-19 una pandemia, los países de todo el mundo adoptaron medidas estrictas para intentar frenar la propagación. Como consecuencia, el impacto social del nuevo coronavirus está afectando severamente a las mujeres.
En todo el mundo, las mujeres representan el 70 % de quienes trabajan en los sectores sanitarios y sociales, y hacen el triple del trabajo de cuidados no remunerado en comparación con los hombres.
“La mayoría de quienes trabajan en el sector de la salud son mujeres. Esta realidad las coloca en un lugar de mayor riesgo. La mayoría de ellas son, además, madres y cuidadoras de familiares. Siguen cargando con el peso de los cuidados, cuya carga ya es desproporcionada aun en circunstancias normales. Esta realidad causa un profundo estrés en las mujeres”, afirmó Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de ONU Mujeres.
“Asimismo, la mayoría de las mujeres trabajan en la economía informal, donde el seguro médico es prácticamente inexistente o inadecuado, y los ingresos no están garantizados. Como no son destinatarias de los rescates, dependen financieramente de ellas mismas. Para muchas de las mujeres, esto no se trata sólo de una cuestión sanitaria; sino de la desigualdad de género”.
Otros brotes de enfermedades, como los de ébola y zika, nos dejaron la experiencia de que estos sucesos desvían los recursos de los servicios que necesitan las mujeres, pese al aumento de la carga de cuidados y a las pérdidas en los medios de vida remunerados de las mujeres.
Por ejemplo, cuando los servicios de salud están saturados, el acceso a la anticoncepción y a la atención pre- y posnatal disminuye. Se teme que esto esté sucediendo como consecuencia del COVID-19.
Asimismo, a menudo se desatienden las necesidades específicas de las trabajadoras sanitarias. “En Asia, las primeras conclusiones de la respuesta sanitaria demuestran que, en la fase inicial, no se habían contemplado los productos de higiene menstrual para las trabajadoras del sector dentro del equipo de protección personal”, aseguró Mohammad Naciri, director de ONU Mujeres para la región de Asia y el Pacífico.
Cuando en un contexto de violencia familiar la tensión en los hogares crece, el riesgo aumenta junto con las estrategias de autoaislamiento y cuarentena. Los informes sobre algunas de las comunidades afectadas indican que el COVID-19 está causando estas tendencias.
La información disponible sugiere también que los efectos económicos del COVID-19 se sentirán más fuerte en las mujeres, dado que ellas son mayoría en los empleos informales, inseguros y de baja remuneración. Los trastornos causados, incluidas las restricciones en la circulación, pueden poner en peligro los medios de vida de las mujeres y la satisfacción de las necesidades básicas de sus familias, como vimos en la crisis del ébola.
“ONU Mujeres está trabajando con sus socios para asegurarse de atender las distintas dimensiones de los efectos del COVID-19 en cuanto al género en las estrategias de respuesta de los niveles regionales, nacionales y mundiales”, aseguró Sarah E. Hendriks, directora de la División Intergubernamental de Políticas y Programas de ONU Mujeres.
“Entre las estrategias, se incluye el apoyo al análisis de género y a la reunión de datos desagregados por sexo, de modo que las necesidades y realidades de las mujeres no queden al margen, aun cuando estamos tratando de obtener más datos y aprender más sobre el COVID-19. Asimismo, estamos haciendo hincapié en los programas que crean resiliencia económica en las mujeres para esta crisis y las futuras, de modo que tengan los recursos que necesitan para ellas mismas y sus familias”.
Por ejemplo, en China, ONU Mujeres está poniendo el foco en las soluciones de recuperación económica para apoyar a las pequeñas y medianas empresas de mujeres, con el fin de mitigar los efectos negativos del brote en la economía. Asimismo, apoyó campañas de difusión para promover el liderazgo y el aporte de las mujeres en la respuesta ante el COVID-19, que llegó a más de 32 millones de personas.
A medida que más países y zonas dictan el cierre de escuelas e instalaciones de cuidado infantil para contener la propagación del COVID-19, la capacidad de las mujeres de realizar tareas remuneradas enfrenta obstáculos adicionales. En todo el mundo, las mujeres continúan recibiendo, en promedio, un 16 % menos que los hombres, diferencia que asciende al 35 % en algunos países. En épocas de crisis, a menudo las mujeres deben tomar la injusta y a veces imposible decisión de dejar el trabajo remunerado para cuidar a sus hijas e hijos.
ONU Mujeres está trabajando estrechamente con la OMS, otros organismos de las Naciones Unidas y los Equipos de País de las Naciones Unidas para fortalecer la respuesta coordinada ante el brote. Se están aprovechando también las redes existentes de organizaciones de mujeres para incluir la voz y las decisiones de las mujeres en la preparación y la respuesta ante el COVID-19.
“Hoy es sumamente importante que las mujeres, las personas con discapacidad y los grupos marginados reciban la información necesaria sobre la crisis y la situación de riesgo”, afirmó Paivi Kaarina Kannisto, jefa de Paz y Seguridad de ONU Mujeres.
“En Liberia y Sierra Leona, las campañas comunitarias de movilización organizadas por ONU Mujeres se centraron en la difusión de las comunicaciones en torno a la prevención del ébola, el tratamiento de los casos y el trabajo contra la estigmatización. Mediante la concientización, difusión y capacitación en las comunidades, los programas emplearon mujeres locales para dirigirse a otras mujeres por distintos medios, incluidos la radio y los mensajes de texto. De esta manera, se garantizó que la información esencial fuera compartida por una fuente confiable que generara sensación de proximidad. El enfoque de incorporar la respuesta centrada en el género que dependiera de las redes de las mujeres locales causó importantes efectos para la exitosa contención regional de la crisis del ébola”.
ONU Mujeres emitió una serie de recomendaciones que colocan las necesidades y el liderazgo de las mujeres en el centro de las respuestas efectivas contra el COVID-19:
- asegurar la disponibilidad de datos desagregados por sexo, incluidas las tasas diferenciadas de infección, impactos económicos y la carga de cuidado diferenciados, e incidencia de violencias doméstica y sexual;
- incluir la dimensión de género y a especialistas en género en los planes de respuesta y los recursos presupuestarios para generar conocimientos en materia de género en los equipos de respuesta;
- brindar apoyo prioritario a las mujeres en la primera línea de respuesta, por ejemplo, mejorando el acceso a los equipos de protección personal que atiendan las necesidades de las mujeres y proporcionando productos de higiene menstrual para trabajadoras y cuidadoras, y acordando horarios de trabajo más flexibles para aquellas mujeres a cargo de tareas de cuidado;
- garantizar la igualdad para las mujeres en la toma de decisiones en torno a la planificación de la respuesta y los efectos a largo plazo;
- garantizar que los mensajes de salud pública lleguen a las mujeres de manera adecuada, incluidas aquellas personas más marginadas;
- desarrollar estrategias de mitigación que se centren en los efectos económicos del brote en las mujeres y generen resiliencia en ellas;
- proteger los servicios básicos de salud para las mujeres y las niñas, incluidos los servicios de salud sexual y reproductiva; y
- priorizar los servicios de prevención y respuesta ante la violencia de género en las comunidades afectadas por el COVID-19.
Fuente: ONU Mujeres.